miércoles, 15 de febrero de 2012

La Pelusa bajo la alfombra


Sigue. La jornada más agitada del último año en el mundo Boca terminó con la confirmación de Julio César Falcioni como director técnico del campeón del fútbol argentino.
El invicto en 32 partidos oficiales y el título de campeón que todavía brilla con luz propia no hacían presagiar el final de una era que luce un desgaste impropio de sus estadísticas.
Lo cierto es que el derrotero xeneize en el semestre que recién arranca dejará mucha tela para cortar fuera del verde césped. Allí, Boca forjará su suerte pero lo importante terminará cocinándose en oficinas, vestuarios y charlas de mesa chica.
La continuidad de Falcioni es apenas un placebo para un estallido que tronó en Venezuela pero que se gestó en el tiempo y que promete continuar latente.
Las crónicas hablarán de una renuncia no aceptada y una pacificación impuesta. Los detalles seguirán recorriendo páginas en los diarios y ganando minutos de aire en radio y televisión. Pero lo inocultable es que Boca entró en un camino sin retorno.
Un camino atado a los avatares de un resultado adverso o triunfal y a los devenires de histerias y egos.

En jaque. La victoria electoral de Daniel Angelici generó un clima raro en torno al cuerpo técnico del Emperador.
La relación entre el DT y la nueva dirigencia fue siempre cordial y aceptable pero es imposible olvidar que el actual titular del club le repitió a quien lo quisiera escuchar durante su campaña que él no hubiera elegido a Pelusa como entrenador xeneize.
Consciente de los rumores, Falcioni transitó el último mes y medio entre enojos y pacificaciones.
Alguna discusión con un periodista y delante de la cúpula dirigencial en la previa del viaje a Chaco para disputar el primer Superclásico del año fue el primer indicio de que algo se había quebrado. Una especie de mensaje.
Las declaraciones entre cambiantes y polémicas de Juan Román Riquelme también encuadran la lógica de una relación paradójicamente ilógica.
Las esquirlas de la polémica seguirán en Boca de todos por un buen tiempo. En Casa Amarilla entendieron que no era momento de romper un matrimonio que ya tiene mucho de conveniencia. La Pelusa se guarda debajo de la alfombra pero el futuro está atado con alambre. Después, y como siempre, la pelota manda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario