“El
tablero de Ajedrez tiene 64 escaques y las partidas se inician con 32 piezas.
Para jugar a las Damas, son necesarias 24 fichas y el Backgamon también incluye
dados”. La explicación del Viejo no sonaba comprensible.
El Bar
no se había llenado más que lo habitual y la charla transitaba por los carriles
de siempre: algún comentario sobre minas, mucho fútbol y unos cuantos
cigarrillos consumidos en un cenicero que se apoyaba en la punta de la ventana;
no tanto para saciar el vicio: transgredir las normas es casi un deporte
nacional.
Y
hablando de deportes, la muchachada no alcanzaba a entender cómo el Viejo había
terminado hablando de Ajedrez, Backgamon y hasta la Batalla Naval cuando
el dilema a desentrañar era que la
Selección no había merecido perder ese partido.
“Yo te
puedo dar la razón todo lo que quieras. Te puedo decir que es cierto, que el
partido fue parejo y hasta que Argentina jugó mejor. Pero ellos llegaron dos
veces, hicieron tres goles y andá a llorar a la Iglesia”. El pragmatismo
del Polaco no ofrecía tantos matices: había encontrado un argumento que nadie
podía discutir. “Al fútbol se gana haciendo un gol más que el contrario y el
resto es verso. Ustedes se pueden pasar horas y horas discutiendo. Pero nunca
un árbitro le dio por ganado el partido a un equipo sólo porque era más justo o
porque había jugado mejor. Entonces no jodan, juega mejor el que la manda a
guardar”, decía cada vez que alguna suerte esquiva convertía a la charla en un
mar de lamentos.
Alguna
cara un poco más enrojecida y dos o tres gritos fuera de lugar. O sea, todo
normal. La risita socarrona del Polaco. Sí, esa risita que te da ganas de
arrancarle los ojos con una cuchara sopera. Y nada más.
El Viejo
seguía esperando hasta que el mar de palabras le dio lugar al silencio propio
de la discusión empatada. Y arrancó de nuevo con la historia del tablero de
Ajedrez y el Polaco lo quiso frenar. Esta vez fue imposible: “Ustedes
convierten el fútbol en una cuestión esquemática y el Polaco en una mera quimera
de la suerte. El pizarrón que usan en la tele para graficar las formaciones me
hace acordar a cualquiera de los juegos de mesa que les contaba…la diferencia
es que al fútbol se juega bien y mal; en cancha chica o grande; de pasto y de
baldosa, quizás, hasta sintética. Lo que no cambia es ella. La única. La que
decide. Sí, la pelota. Dejen de dar vueltas porque nadie tiene razón. El Polaco
porque atribuye a los números una decisión mucho más invisible. Y ustedes
porque creen que el 3 pasó más al ataque y el 9 erró en el último tiro. Qué
carajo importa. La historia ya estaba escrita: la pelota manda”.
El halo
de misticismo provocó el silencio. Un fuego interno recorrió el alma rota de
cada uno de los muchachos. Los goles que le habían hecho a la Selección ya pasaban a
formar parte de un pasado lleno de triunfos y derrotas. Ya estaban todos listos
para esperar a la próxima decisión de la pelota…
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